Artista: Boamistura
Fechas: 2 de Junio – 13 de Julio 2018
PHE18
Espacio y tiempo, las dos magnitudes que rigen el universo, las que explican algo tan simple como que nos movemos y que nos ocurren cosas, que podemos estar aquí o al lado, que estuvimos aquí y seguimos aquí pero distintos. El anamorfismo, como técnica artística, nos permite entrar a jugar con estas dos magnitudes.
Congela el tiempo, en un momento preciso, presente indefinido, cuando inunda de color una viela en una favela, y todas las construcciones con sus evoluciones, crecimientos y alteraciones llevadas a cabo en sucesivas fases descoordinadas pasan a formar parte de un único instante.
Sin embargo, congelar el tiempo en un espacio como la favela es poco menos que imposible. La obra evoluciona con la vida y los espacios continúan alterándose conforme a las necesidades de las personas, el presente indefinido que plasmó el anamorfismo pasa a ser pasado.
El anamorfismo también ordena el espacio, simplifica su complejidad, colocándonos en un determinado punto de vista, realmente carente de espacialidad por ser el punto unidimensional, el elemento pintado altera nuestra percepción visual del espacio aplanándolo.
Pero si nos movemos de ese punto de vista concreto, la complejidad aumenta abriéndonos un nuevo universo de casualidades y alteraciones espaciales.
La obra que mostramos consiste en una serie de volúmenes distribuidos por el espacio e intervenidos con texto y color. Al poner estos tres elementos en juego alteramos la percepción del espacio en varios niveles.
Por un lado la interferencia que se genera con los volúmenes altera la percepción espacial, la sala deja de concebirse como un contenedor diáfano y se llena de elementos que lo distorsionan. Este hecho se agudiza con la alteración cromática, debido a la presencia de geometrías de colores, que aparecen de forma aleatoria en las paredes y volúmenes de la sala. No hay forma de comprender el orden que supuestamente rige la composición.
El último nivel tiene que ver con el movimiento y la memoria, invitamos al visitante a recorrer la sala y componer el puzzle tridimensional que realmente es esta obra, un puzzle que nunca podremos ver completamente armado de una sola vez, ya que sus piezas se ordenan cuando nos colocamos en diferentes puntos de la sala y consecuentemente, si vemos el orden desde un punto de vista los demás puntos se desordenan.
La composición del puzzle, por tanto, implica movimiento y memoria, ya que es imposible estar simultáneamente en todos los puntos de vista desde los que se puede percibir lo que realmente nos está diciendo la obra.
Esta experiencia tridimensional ha sido un elemento recurrente de nuestra obra, que hemos puesto en juego en contextos muy diversos y con la que venimos de recorrer toda la geografía española con el proyecto Laberintos Líricos.
El laberinto estaba formado por 15 prismas triangulares, uno por cada ciudad patrimonio de la humanidad de España, y ha ido configurándose en función del espacio que lo albergaba. En cada ciudad se escribía un verso de un poeta local.
Al final, tras 15 etapas con sus 15 espacios determinando 15 configuraciones y tras 15 versos, hemos completado un poema en el que son las ciudades las que nos han hablado a través de sus poetas.
Llegados a este punto cambiamos radicalmente de contexto, desaparece la historia y simbolismo de los cascos históricos y aparecemos en una caja vacía, neutra y aséptica. Ningún poeta ha escrito una letra sobre este lugar, no ha ocurrido ningún acontecimiento que lo haya incrustado en el imaginario colectivo.
Planteamos por tanto una nueva estrategia, en lugar de adaptarnos al espacio lo desestructuramos, lo hacemos ilegible. Al no tener una memoria del lugar no podemos expresar nada, excepto eso mismo, nada. Y sin embrago, la instalación estará viva, la gente se moverá entre ella, la interpretará e interactuará con ella tratando de comprenderla. De alguna forma, la nada de la que hablamos acogerá la Vida de la gente que la visita, tratando de comprender el todo que es la obra.
Poema de José Hierro (https://www.poemas.de/vida/);
Vida.
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo,
supe que todo no era más que nada.
Grito: ‘¡todo!’, y el eco dice ‘¡nada!’.
Grito’¡nada’!, y el eco dice ‘¡todo!’.
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada).
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.